jueves, 4 de febrero de 2010

La educación y los nuevos aportes realizados por las neurociencias

Las actividades cognitivas son esencialmente actividades del sistema nervioso. Los avances de la neurofisiología aportan el conocimiento para la comprensión de los procesos cognitivos.
¿Cómo aprenden los niños? ¿Por qué hay niños que aprenden en forma temprana y veloz y otros que se muestran más lentos o emplean estrategias propias para aprender?
¿Cómo enseñar en forma eficiente hábitos, normas, cultura en casa? ¿Cómo ser un profesor efectivo en la escuela? ¿Cómo potenciar en la casa y en la escuela los talentos de los niños? 

Las respuestas parecen esconderse en el cerebro, poderoso órgano que nos pone en relación con el ambiente y nos permite apropiarnos de sus características y modificarlas.
El cerebro humano está diseñado para aprender; en forma constante y silenciosa, se van labrando nuevos circuitos por acción de la experiencia, desde antes de nacer y a lo largo de todo el ciclo vital. El cerebro humano se apropia de la experiencia, la elabora, la archiva y, al conocerla, la modifica. En las dos últimas décadas, los secretos del cerebro han comenzado a ser develados gracias a la fértil asociación entre las ciencias del cerebro y la tecnología, especialmente la informática al servicio de la neuroimagenología y la biología molecular; el creciente cuerpo de conocimientos acerca del desarrollo e involución cerebral, de su biología, de sus funciones y disfunciones, ha permitido ampliar el campo de las neurociencias a ámbitos como la psicopatología, la nutrición, la neonatología y la educación infantil. El cerebro humano es un sistema estructural y funcional diseñado para recibir información, integrarla de modo flexible y creativo y elaborar conductas destinadas a la adaptación. Para ello, está configurado en forma de módulos funcionales altamente dinámicos, constituidos por células interconectadas que realizan una sofisticada mensajería química y física dentro del cerebro y con el resto del organismo.
El cerebro humano posee dos características que lo diferencian del resto de los cerebros en la escala zoológica: una maduración lenta y laboriosa, que se lleva a cabo durante las dos primeras décadas de la vida, y una amplia y ávida apertura a la experiencia, la cual lo va modificando durante ese tiempo; esta característica se denomina “plasticidad cerebral”.
La maduración funcional está determinada por información genética y provee las funciones que darán origen a habilidades básicas, mientras que la experiencia va enriqueciendo dichas habilidades, transformándolas en destrezas al servicio de la creatividad y del crecimiento cognitivo y social. El maestro que conoce los principios neurobiológicos que rigen la maduración cognitiva y emocional social del niño tiene en sus manos un buen recurso para diseñar su praxis docente, identificando ritmos y modalidades madurativas en sus alumnos y eligiendo recursos de enseñanza que le garantizan óptimos resultados. Conocer las bases del desarrollo cognitivo y afectivo infantil provee al docente de herramientas para enriquecer y potenciar de manera armónica los talentos de cada alumno observando también las posibles dificultades de aprendizaje.
Es así como los aportes de las neurociencias son unas herramientas muy provechosas para el ejercicio profesional en el ámbito educativo.
En los últimos veinte años se abrieron nuevos caminos. Por una parte, los datos experimentales obtenidos con los recursos más avanzados de la biología, la física, la química y la computación han permitido rehacer el mapa del cerebro humano, por otra, los progresos realizados principalmente en el estudio del lenguaje, de la percepción, de la memoria, han descubierto realidades que serán decisivas en la educación de las nuevas generaciones, en su neuro-educación.
Hoy gracias a los nuevos métodos "no invasores" como la resonancia magnética funcional se pueden obtener imágenes del cerebro en actividad, mientras el individuo piensa, mira, oye, calcula, habla, lee, etc. Algunos creen que se puede aplicar una "neurología inversa", es decir, que se puede ir de la observación del cerebro a la predicción del comportamiento.
Mirando lo que pasa en el cerebro se podrá inferir lo que el individuo está haciendo. Ya sabemos, por ejemplo, Especialistas en la temática afirman y explican que la corteza cerebral que se emplea en lectura de un texto varía de acuerdo a la lengua nativa de la persona que lee. Así un hablante inglés utiliza zonas de la corteza frontal, mientras que un hablante italiano, emplea áreas del lóbulo temporal, durante la lectura de un texto en su idioma nativo. Se supone que la actividad frontal se debe al mayor peso de las transformaciones fonológicas que exige la lengua inglesa, donde "no se escribe como se pronuncia". Una consecuencia de ello es que observando las imágenes del cerebro en este contexto experimental, se puede identificar cuál es el cerebro que está procesando la lengua inglesa y cuál la italiana. Es posible detectar cómo se inserta la cultura en el cerebro humano. Pero, como sucede con todo avance del conocimiento, la ganancia en el saber no es neutra y tiene connotaciones éticas. Es así como se debe tener cuidado con la invasión de la privacidad del sujeto o la violación de la intimidad de la persona. La aplicación de estos poderosos métodos de observación en pediatría y en psicología se está difundiendo y no tardará en llegar a la educación. La Universidad de Harvard ha tomado la iniciativa bajo el liderazgo de Kurt Fischer en un programa llamado Brain, mind and education. Todavía es muy temprano para imaginar aplicaciones sistemáticas de las neurociencias cognitivas en la educación, pero se ha abierto una ventana en el estudio de la enseñanza y del aprendizaje.
Autora: Paula V. Vivet

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